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GINEBRA

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SUIZA

Panorama Ginebra Suiza

Pasadas las dos y media de la madrugada, partimos en bus rumbo a Suiza. El destino, Ginebra, ciudad pegada a la frontera francesa. El viaje fue muy largo: de Roma nos dirigimos a Verona, aún en Italia. Allí teníamos una escala de alrededor de dos horas. Sin embargo el tiempo esperado fue mayor, debido a un retraso del bus. De Verona, partimos directo a Ginebra. Debido a ese retraso, perdimos tiempo valioso en la ciudad suiza. El viaje desde Verona a Ginebra fue sin dudas magnífico, gracias a los hermosos paisajes que veíamos a cada kilómetro realizado. Al menos nos distraíamos con eso. Cruzamos los Alpes, pasamos por debajo del Monte Blanco y observamos muchos pueblos pequeños ubicados entre las montañas. Realmente hermoso. 

Yendo por esta ruta, antes de entrar a Suiza, debimos pasar la frontera de Francia. Esto, sumado al cruce del Monte Blanco, generó muchas demoras. Al final perdimos mucho más tiempo de lo esperado en el bus y en la escala en Verona. Por lo que, al llegar a Ginebra, sólo nos quedaban unas pocas horas para visitarla. Llegamos alrededor de las 20 hs y debíamos partir hacia París a las 23.30 hs. No quedaba otra que ponerse la mochila y recorrer al menos el poco tiempo que teníamos. 

Bajamos del bus y comenzamos el rápido recorrido. Empezamos visitando el Jet d'Eau -una gran fuente ubicada en el lago Lemán, visible desde toda la ciudad e incluso desde el aire-. Pasamos por el monumento a Brunswick - un mausoleo construido en 1879 para conmemorar la vida de Carlos II, duque de Brunswick-. Cruzamos el puente Monte Blanco y contemplamos la Isla Rousseau.

Conocimos el mítico Reloj de Flores -ubicado al aire libre en el lado oeste del parque Jardin Anglais. Alrededor de 6.500 plantas con flores y arbustos se utilizan para la esfera del reloj y las plantas cambian a medida que cambian las estaciones-. En ese mismo parque "Jardín Inglés", había instalado un bello mercado de comidas, souvenirs y diferentes accesorios artesanales. Estaba lleno de gente, la noche era perfecta para pasear al aire libre. Había música y muchos suizos bailando arriba de una tarima. 

Aquí pasamos un buen rato, por lo que ya no nos quedaba mucho tiempo para recorrer. Caminamos un poco por las calles peatonales hasta la Plaza Molard. Observamos las calles típicas y las edificaciones antiguas que le dan a esta ciudad, un toque muy especial. Pasamos por un supermercado, compramos algo para comer y tomar, y nos dirigimos a la estación para esperar el bus. Pocos minutos después, ya estábamos sentados en nuestro asiento preparados para el regreso a París. 

A la mañana siguiente, muy temprano, entrábamos a la estación de Bercy en París. El viaje había terminado. Fueron dos semanas hermosas en las que pudimos recorrer cientos de kilómetros, conocer diferentes culturas, y observar, admirar y contemplar lugares que jamás hubiéramos imaginado descubrir. Fue un viaje de aprendizaje, un viaje que nunca olvidaremos y un viaje que esperamos poder repetir algún día...

FIN DEL VIAJE

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