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Surgut, el dorado petrolero con un futuro incierto

A más de 2800 kilómetros de Moscú, en Surgut, capital productora de gas y petróleo en Siberia, la población evita pensar en el mañana. Más allá de la crisis petrolera y las temperaturas bajas y glaciares, que pueden llegar a los -50 grados en pleno periodo invernal, la ciudad de Surgut respira la época soviética.
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Durante los últimos quince años, Rusia ha aprovechado el precio elevado del petróleo. Sin embargo, hoy en día, el futuro de Surgut es incierto. La ciudad, que vive gracias a las ganancias que deja la producción de petróleo y gas, se rehúsa de imaginar un escenario catastrófico para el futuro cercano. Según el Servicio Federal de Estadísticas, más de 240 millones de toneladas de petróleo fueron extraídas de la región en 2015. Es en esta capital del oro negro en la que Rusia saca más de la mitad de su petróleo total. A pesar de las previsiones negativas que anuncian la reducción del 50% de la producción de petróleo durante los próximos veinte años, Surgut prefiere hacer oídos sordos. No obstante, el petróleo no es eterno, y la ciudad debería, desde ahora, pensar en diversificar su economía para no ver desertar a su población en los próximos años.

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Es cierto que vivir en Surgut es una elección estratégica. No es ni el clima ni el aislamiento geográfico que llama y motiva a la población a instalarse en la ciudad. Sino que la gran oferta de empleo que existe gracias a las empresas de gas y petróleo, como Gazprom y Surgutneftegaz, es lo que lleva a tomar esta decisión, con la que los habitantes se aseguran una vida estable. En efecto, sin el petróleo y el gas, la ciudad de Surgut está lejos de ser un paraíso desde un punto de vista económico. Es suficiente salir del centro de la ciudad, para darse cuenta del espacio vacío y deshabitado donde sólo se puede ver una superficie blanca que cubre el paisaje entero con la aparición lejana de plataformas petroleras y de usinas de gas.

Nacimiento de Surgut

Más allá de ser conocida como la capital del petróleo y gas de Siberia, Surgut es una ciudad rica en historia. Fue un centro de insurrección de ricos propietarios de tierras contra los bolcheviques pero también el teatro de numerosas revueltas de campesinos. Además, terminó por perder su estatus de ciudad por el de pueblo, algo que significaba mucho en esta época, teniendo en cuenta la distribución de recursos. Es solamente a fines de la década del ’50 que la ciudad de Surgut logra dar vuelta la página, con la llegada de los productores petroleros. Su historia comienza entonces en 1961 cuando Farman Salmanov, un geólogo azerí (turco azerbaiyano), descubre un enorme pozo de petróleo en el lugar. La población de Surgut pasa de tener 6000 habitantes en 1959 a más de 300.000 en la actualidad.

Edificio de Surgut

El petróleo es entonces un motor para el desarrollo y el crecimiento de la ciudad de Surgut. Hoy en día, los centros comerciales, los restaurantes y clubes abundan. Vista del exterior, cuando imaginamos la vida en Siberia, tenemos la imagen de una región alejada de la modernidad y con un número de actividades limitadas. Finalmente, nuestra visión es, por ciertos elementos, errónea.

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En efecto, esta ciudad puede convertirse rápidamente en un paraíso para los niños en invierno debido a las actividades que propone. Cada familia está bien equipada para todo lo que concierne al esquí, el snowboard, el trineo o también la “tablet” (actividad típica que consiste en instalarse dentro de una goma y dejarse deslizar por las pendientes de nieve). Durante la navidad y el año nuevo, existe un ambiente mágico que invade la ciudad. “Nací en Surgut y me fui a estudiar a Moscú hace tres años. Me encanta volver allí en invierno, es mágico y hay muchas actividades. Por el contrario, en verano yo me aburro”, afirma Marina, una joven estudiante rusa. Las temperaturas cercanas a los -50 grados durante este periodo,  les permiten a sus habitantes realizar decoraciones de hielo. Sobre cada gran plaza, un árbol de navidad gigante se encuentra en el centro acompañado de estatuas de hielo de quien ellos llaman “Santa”, también de toboganes u otros juegos hechos de hielo. A pesar de los -30, -40 o -50 grados, la gente llena las plazas para admirar las decoraciones y divertirse algunos instantes.

Desarraigo cultural y un aire soviético

Una vez que pones los pies sobre la nieve y la cara congelada, después de tres horas de avión desde Moscú, te das cuenta que estás en Siberia, no hay duda. Un solo color domina: el blanco. Cada metro cuadrado está cubierto de nieve. Sobre la ruta es casi imposible sobrepasar los 50 km/h ya que está congelada y resbalosa. Para los que tienen poca suerte y deben ir al trabajo a pie, la chapka y un abrigo de piel son infaltables, y a veces llegan hasta a correr por la calle para arribar lo más rápido posible. Los cochecitos tradicionales son reemplazados por los trineos y todos los niños están bien envueltos por trajes de esquí hasta no poder mover libremente brazos ni piernas. Un cambio cultural radical respecto de lo que vemos habitualmente en Europa Occidental.

 

Más allá de este desarraigo, un perfume de la era soviética continúa manifestándose dentro de la ciudad. Esto se observa tanto en la arquitectura de los apartamentos como así también en la economía concentrada sobre las recetas del petróleo y el gas en la región, materias primas que hacen la fuerza del país. Además, el patriotismo es muy fuerte.

La política: ¿Un tabú?

Hablar de política no parece un tema fácil de abordar con alguien y no forma parte de las conversaciones centrales de sus habitantes. Por ejemplo, después de haber visto un reportaje en la televisión rusa, diciendo que Vladimir Putin ayudaba a los rebeldes de Siria, he querido empezar una conversación sobre esto con la madre de la joven estudiante Marina. Pero sin sorpresa, solo me ha contestado con una sonrisa. Más abierta, Marina comenzó a hablar de política manifestando que entre Hillary Clinton y Donald Trump, esperaba en secreto que este último ganara las elecciones, pensando solamente en el futuro de las relaciones económicas y políticas entre Estados Unidos y Rusia. Más allá de esto, ella es consciente del drama de esta elección por todo lo que concierne a los derechos de las mujeres, pero prefiere ver los intereses de su país en primer lugar. Marina no es la única que piensa esto. Es suficiente ir al mercado de la plaza roja para encontrar Matrioshkas con la cara de Donald Trump.

Panorama de Moscú
Surgut

Esta joven estudiante rusa, por lo tanto, se confronta todos los días a esta rivalidad Estados Unidos / Rusia. Estudiante de finanzas en una de las primeras universidades rusas en Moscú, ella realiza una práctica en el consejo americano McKinsey & Company. Esto ha hecho que tenga reflexiones negativas sobre la administración de su universidad: “Cuando estudias te dicen que no puedes trabajar para ellos. Si estas en una universidad Rusa, debes trabajar para empresas rusas”. A pesar de esto, ello sigue trabajando para esta empresa, algo que le ha traído problemas en el cotidiano cuando asiste a su facultad.  Ella se sorprendió también cuando el Gobierno ruso suprimió las cuentas de Linkedin de todos los habitantes. “Quería abrir mi cuenta Linkedin cuando veo que aparece un mensaje diciendo que era imposible acceder. Más tarde, el Gobierno anunció la prohibición de Linkedin sobre el territorio ruso”, explicó.

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