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 « Nací en Líbano pero es en Francia que me siento en casa »

En la comuna de Arcueil, en las afueras de París, Abaji, un multi-instrumentista, nos abrió las puertas de su estudio. Sus orígenes múltiples y los viajes de los que se nutre hacen de él un personaje atípico dentro del universo musical.

A primera vista, las ondas positivas que emana este hombre, de cabello enrulado y canoso, rompen inmediatamente el hielo y la barrera del tuteo. Durante un instante, los roles se invirtieron y el tomó naturalmente el lugar de periodista, todo dentro de un buen ambiente. “No soy loco, no dejo entrar a cualquiera a mi casa”, dijo entre risas. Sorpresa, iba a presentarme brevemente, y me doy cuente que el estaba perfectamente informado sobre mí. “Soy muy curioso y me gusta mucho hablar”, me confió. Una vez que atravesé la puerta de su casa, antes de poder visitar el lugar, un olor a crumble de manzanas, recién salido del horno, nos guió hacia la cocina. “vamos a instalarnos a la cocina, el lugar que prefiero de dentro de mi casa”, dijo con una sonrisa. Los colores vivos y la luz que entra de todos los rincones de la casa reflejan a imagen la personalidad de Abaji. Sin dudas, esta casa es suya.

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MÚSICO PRECOZ

 

Sentados alrededor de un té y una porción de crumble, recordó el primer instrumento que recibió. “Tenía 11 años, estaba en el hospital y venia de tener una operación de los ojos. Cuando me ofrecieron una guitarra, tenía los ojos vendados”, explica con los ojos brillantes ante la evocación de esta anécdota.

 

“Fue muy emotivo recibir mi primer instrumento sin poderlo ver”, agregó. Una vez posado entre sus manos, no lo quiso dejar, día y noche. “Cuando regresé a mi casa, fueron mis amigos quienes me la describieron”. Poco a poco, los ojos se abrieron, había que dejar la esfera de lo imaginario para pasar a la realidad, y se encontró cara a cara con su guitarra. Sin perder un minuto, su tía, directora de un conservatorio, lo puso directamente en contacto con un profesor de guitarra de jóvenes músicos de Líbano.

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Joven pero ya con un carácter fuerte, seguro de sí mismo pidió a su profesor que le enseñe una pieza musical. Evidentemente sorprendido, el profesor respondió inmediatamente: “es imposible pequeño, para aprender esta pieza en si menor hacen falta 3 años de estudio”. Terco, no abandonó el caso y “en lugar de ir únicamente durante media hora de curso, seguí todos los cursos. Me metí en el rincón para escuchar a los grandes que tocaban la pieza que yo quería aprender”. La perseverancia fue una gran ventaja ya que tres meses después “yo toqué la pieza, más allá que estaba lejos de ser perfecta. Mi objetivo era aprender a tocar la pieza pero no aprender a tocar la guitarra”. Prueba de su singularidad, convencido de saber tocar ahora, se negó a continuar los cursos. “Basta, ya lo conozco ahora”, dijo a los 11 años a su profesor y a su madre.

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LA MÚSICA, UN DON

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Desde que era pequeño, incluso antes de haber tocado un instrumento, Abaji siempre supo que haría música y estaría sobre un escenario. Su forma de aprender puede ser extravagante, por mi parte, diría que es un don. “En efecto, hago música encontrando el instrumento, y no por intermedio de un profesor. Después de la guitarra, aprendí el clarinete, los instrumentos de percusión, el saxofón… Y todos los instrumentos que puedan existir”, agregó. Más que una obsesión, habla de un “ansia” por aprender cómo se tocan los instrumentos. Precoz en la materia, cualquiera sea el instrumento musical, lo va a tocar directamente y lo “hará sonar Abaji”. Puede volver celoso a más de uno, y su mujer en primer lugar. Escuchando a su marido mostrando sus facilidades, ella, en la habitación contigua, grita “yo no”, desesperada de no tener esa suerte. Es desalentador ya que mi mujer prueba tocar el clarinete, y el tiempo en que ella alcanza a tocar dos notas, yo ya he compuesto una pieza musical entera”, explicó riéndose.

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Ese don que ha utilizado, ya que era innato en él, no se transmitió, pero el amor por la música sí. Es por lo que fijó una graciosa regla en su familia. A partir de los 6 o 7 años, dejó a sus hijos entrar a su estudio y les pidió que elijan un instrumento. “La única regla es aprender un instrumento durante un año y, si a fin de año ese no les gusta yo no los obligo a continuar”. Hoy en día, los tres niños tocan un instrumento y tienen la música dentro del alma. Pero vivir de la música es una etapa que hay que pasar… Antes de ser músico a tiempo completo, Abaji era terapeuta y su transición se hizo lentamente a partir de los 30 años. Actualmente, acumula conciertos y giras, y además compone música para películas. “En concierto soy libre al 100%, y para una película, por ejemplo, debo comprender las necesidades de la imagen al 100% y garantizar esto con mi visión sonora”, precisó. Sólo basta con que tome un instrumento y sus dedos componen naturalmente una pieza musical… “Tengo siempre música en mi cabeza y mi espíritu está constantemente en construcción. Desde que agarro un instrumento, estoy listo”. Es verdad que su estudio es un verdadero museo, con más de 400 instrumentos, diferentes unos de otros y provenientes de sus numerosos viajes por cada rincón del mundo.

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DE BEIRUT A PARÍS

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Como muchos durante la guerra de Líbano, la familia de Abaji decidió irse de Beirut hacia Francia. “Mi hermano vino primero, luego llegué yo en 1976 y mi madre nos siguió después”. Nacido en Líbano, de padre armenio-griego de Smyrne y de madre armenia-siria nacida en Estambul, es por eso que en Francia se siente como en casa. “Estoy feliz en Francia. Toqué en más de 50 países del mundo, y es aquí donde me siento bien, en esta casa y con ese sauce llorón”. Su primer disco, en 1996, París-Beirut, cuenta este exilio, como el conjunto de sus álbumes en realidad… “Del disco París-Beirut al último Route&Roots, cuento siempre cómo vivir mejor con el exilio. ¿Es terrible no? Porque todo el mundo dice que el exilio es espantoso. Pero, en mi caso, tuve suerte de arribar a Francia ya que es un país que me permite vivir”, explicó con un sentimiento mezclado de incomprensión y enojo con esas personas que “no hacen el esfuerzo de aportar algo a Francia”.

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Para él, su mezcla de orígenes, que no pasa inadvertida, es positiva y muestra que “el idioma francés es más grande que Francia”. Para Abaji, que ha estudiado en un liceo francés de Beirut, la lengua francesa hace parte de él. “Hace falta que, políticamente y geo-estratégicamente, Francia comprenda que es mejor para Francia que exista una mundialización de su idioma. Es nuestro deber tomar ese rol, de Argelia, Líbano, Costa de Marfil o incluso de Vietnam”, dijo convencido. No significa que Abaji olvide la tierra de la que proviene. Cuando habla de ésta, la describe como “un antiguo diamante con caras múltiples donde todo estaba mezclado. Pero desafortunadamente, hoy en día, el país debe estar del un lado o de otro”. Desde su exilio en Francia, fue solamente en 2009 que puso sus pies en Líbano para un evento especial. “No quiero regresar a Líbano como turista, sí como un artista”, precisó.

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LOS VIAJES, SU OXÍGENO

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Una mochila en la espalda, una valija con lo necesario y sus instrumentos, y una funda con dos instrumentos de un lado y del otro, eso es todo lo que necesita para descubrir a los artistas del mundo. “como yo viajo solo, estoy abierto a todo y sobre todo a los otros músicos”, precisó. Abaji surca el planeta en busca de nuevos sonidos, y “eso pasa con encuentros inesperados”. Durante sus largas giras, un país lo ha sorprendido particularmente: China. “Es un país con un público que se abre a todos los sonidos en muy poco tiempo, como su economía”, confió. Es suficiente con ver en sus ojos hasta qué punto tiene placer de tocar delante de ese público que tiene “energía” como dice. En una óptica de cambio, los artistas chinos estaban receptivos y listos para transformar sus tradiciones. “Para que las tradiciones perduren hace falta transformarlas”, intentó hacer entender.

 

En todos los países a los que va, su música tiene siempre el mismo efecto: transporta al público en un largo viaje. Por lo tanto, solo con esas decenas de instrumentos, Abaji logra una performance extraordinaria. Todavía con muchos proyectos en mente, espera partir pronto a América Latina. Más allá del contexto económico y político mundial actual, Abaji es optimista y ve el “futuro sublime”.

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